CULTURA y MONUMENTOS Guardamar del Segura

Diversos yacimientos, de muy distintos períodos, y la famosa dama de Guardamar centran el valor monumental de la localidad alicantina.

Un castillo árabe, los restos de una rábida, las ruinas de un puerto fenicio, una famosa imagen íbera… Los monumentos y la cultura de Guardamar se caracterizan por la diversidad de sus restos arqueológicos:

Castillo de Guardamar. De origen árabe, el recinto se divide en dos secciones. La parte superior la constituye un castillo de planta poligonal, datado en la primera mitad del siglo XII y que quedó en ruinas en el terremoto de 1829.

La parte inferior es de mayor tamaño y está rodeada por una muralla gótica que sufrió importantes modificaciones en el siglo XVI. La zona de más valor arqueológico es el denominado Baluarte de la Pólvora. La villa permaneció dentro de estos muros hasta el terremoto, cuyos daños provocaron el cambio de ubicación del casco urbano-

La Rábida Califal de las Dunas de Guardamar. En 1897 se halló una lápida en las dunas de Guardamar con una inscripción árabe. En 1984 se realizaron excavaciones con motivo de la aparición que arrojaron como resultados un monasterio formado por un excepcional complejo arquitectónico destinado al retiro espiritual de una comunidad de religiosos musulmanes.

Entre los hallazgos hay abundantes elementos de la vida cotidiana y el conjunto de grafitos dejados por peregrinos que visitaban el monasterio.

Dama de Guardamar. La Dama del Cabezo Lucero resulta más arcaica que las de Baza, Cerro de los Santos y Elche, con unas características más ibéricas, frente a la de Elche, más helenizante. Parece posible darle una fecha entre el 400 y el 370 a. C.

El yacimiento arqueológico de Cabezo Lucero, cuya época corresponde al orientalizante, ibérico antiguo y pleno (siglos. VI-III a. C.), está situado entre Guardamar del Segura y Rojales.

Ciudad fenicia La Fonteta. Antigua ciudad portuaria fenicia ubicada en la margen derecha de la desembocadura del río Segura de los siglos VIII al VI a. C. Sus dimensiones parecen configurar un entorno urbano que pudo alcanzar las ocho hectáreas convirtiéndose en una de las principales ciudades fenicias del Mediterráneo.

Si a su extensión y a la calidad del registro arqueológico le añadimos ese especial estado de conservación propiciado por la cubierta de arenas, nos enfrentamos ante una de las mejores ciudades fenicias de los siglos VIII y VII a. C.